La universidad de Burgos lidera un proyecto europeo para investigar un nuevo tratamiento para la Fibrosis Quística, una enfermedad considerada rara que se estima que afecta en Europa a 25.000 personas.
En el proyecto, denominado TAT-CF y con una dotación económica de 4,6 millones de euros de la Comisión Europea, dentro del programa Horizonte 2020 de apoyo a la I+D+I, participan otros tres centros de investigación, dos entidades sin ánimo de lucro y dos empresas farmacéuticas de España, Italia, Alemania y Hungría.
El investigador principal y profesor titular del departamento de química de la Universidad de Burgos, Roberto Quesada, ha afirmado que intentarán sintetizar moléculas capaces de suplir las funciones de la proteína cuya mutación provoca un mal funcionamiento y origina esta enfermedad genética.
La función de esta proteína es transportar aniones a las células y, aunque no se pueden sintetizar proteínas en el laboratorio, lo que intentarán es sintetizar pequeñas moléculas que puedan realizar esa misma función.
El mal funcionamiento de una proteína provoca que los afectados sufran una carencia de aniones en las células, lo que se traduce en la invasión de varios órganos, sobre todo los pulmones, el páncreas y el intestino, por un moco espeso que es un caldo de cultivo ideal para enfermedades bacterianas.
Como consecuencia los afectados sufren infecciones constantes que van reduciendo la función pulmonar hasta llegar en muchos casos al fallecimiento del paciente.
Las dos empresas farmacéuticas que forman parte del proyecto europeo han realizado un estudio económico que ha concluido que, si prospera el nuevo tratamiento, se ahorrarían en Europa más de 6.200 millones de euros anuales respecto a los tratamientos que se administran actualmente.
Roberto Quesada afirma que los tratamientos que se utilizan actualmente han mejorado mucho la calidad y la esperanza de vida de parte de los afectados, pero no son curiativos, solo paliativos, y tampoco son efectivos en todas las mutaciones de esta enfermedad, por lo que no son de uso general, a diferencia de lo que se pretenda que sea el nuevo tratamiento.
El proyecto de investigación de la fase de laboratorio está previsto que esté terminado a finales de 2018, aunque después será necesario realizar el resto de pruebas y ensayos clínicos, que se prolongarían varios años más hasta que el tratamiento pueda ser utilizado.
Quesada ha explicado que lo habitual es que desde el momento en que se empieza a trabajar en un nuevo medicamento o tratamiento en el laboratorio hasta que se pueda generalizar su uso por los afectados puedan pasar hasta diez años, porque, además de la investigación preliminar se requieren otras pruebas y ensayos clínicos antes de obtener la autorización.
Este es uno de los diez proyectos europeos en los que participa la Universidad de Burgos, en cuatro de ellos como «socio coordinador».
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